Cuando
una persona está triste e irritable, quizá está pidiendo a gritos
que alguien la ayude y conecte con ella.
(Artículo sobre psicología de El País).
La
mayoría de estas personas quizá no son solitarias por naturaleza,
pero se sienten socialmente aisladas aunque estén rodeadas de gente.
El sentimiento de soledad, al principio, hace que una persona intente
entablar relación con otras, pero con el tiempo la soledad puede
fomentar el retraimiento, porque parece una alternativa mejor que el
dolor del rechazo, la traición o la vergüenza. Cuando la soledad se
vuelve crónica, las personas tienden a resignarse. Pueden tener
familia, amigos o un gran círculo de seguidores en las redes
sociales, pero no se sienten verdaderamente en sintonía con nadie.
Una
persona que se siente sola suele estar más angustiada, deprimida y
hostil, y tiene menos probabilidades de llevar a cabo actividades
físicas. Como las personas solitarias tienden más a tener
relaciones negativas con otros, el sentimiento puede ser contagioso.
Las pruebas biológicas realizadas muestran que la soledad tiene
varias consecuencias físicas: se elevan los niveles de cortisol —una
hormona del estrés—, se incrementa la resistencia a la circulación
de la sangre y disminuyen ciertos aspectos de la inmunidad. Y los
efectos dañinos de la soledad no se acaban cuando se apaga la luz:
la soledad es una enfermedad que no descansa, que aumenta la
frecuencia de los microdespertares durante el sueño, por lo que la
persona se levanta agotada.
El
motivo es que, cuando el cerebro capta su entorno social como algo
hostil y poco seguro, permanece constantemente en alerta. Y las
respuestas del cerebro solitario pueden servir para la supervivencia
inmediata. Pero en la sociedad contemporánea, a largo plazo, tiene
costes para la salud. Cuando estamos acelerando constantemente
nuestros motores, dejamos nuestro cuerpo exhausto, reducimos nuestra
protección contra los virus y la inflamación, y aumentamos el
riesgo y la gravedad de las infecciones víricas y de muchas otras
enfermedades crónicas.
La soledad elegida, puede ser gratificante, la impuesta es desoladora y deprimente. Intentemos hacer compañía cuando nos lo soliciten.
Buen día, gracias (sobre todo a El País).
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